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El Ayuntamiento olvida el centenario del fallecimiento de Fermín Canella
22 de marzo de 1924. En su domicilio de la calle Fruela de Oviedo fallece Fermín Canella Secades. No hace mucho que escribí sobre su vida y obra. Un perfil tan denso como intenso. E interesante. Uno de los personajes más relevantes de la historia de Oviedo. Hoy, en su centenario, no voy a reiterarme en lo ya escrito. Pero sí creo que esta efeméride merece un recuerdo. Lamento que el Ayuntamiento de Oviedo no organice ningún acto en su memoria; oportuna hubiera sido cualquier actividad para conmemorar y honrar su figura. Mi intención hoy es emprender un viaje al Oviedo de 1924. A través de los periódicos de la época, intentaremos captar el sentimiento de la ciudad ante la muerte de don Fermín.
El diario El Carbayón del 23 de marzo, bajo el titular ‘Homenaje póstumo’ narraba:
“Escribimos bajo una impresión dolorisísima. La muerte de don Fermín Canella contrita nuestro espíritu y apesadumbra nuestro corazón. Había sido nuestro amigo, nos asistió en algunas ocasiones con su consejo, alentándonos con su optimismo que era como su carácter, alegre, decidor, animoso. No hace aún una semana nos encontramos en la calle Uría. Convaleciente del ataque gripal que lo tuvo postrado, muy débil todavía, se nos presentaba como si rebosara salud». Consciente don Fermín de que la salud de su interlocutor, Emilio, firmante de la necrológica en ‘El Carbayón’, también había sufrido algún bache le decía: «Hay que vivir chachu, que se avecinan cosas muy interesantes”. Continúa el redactor: «¡Qué ajeno estaba él de que tenía tan próximo su fin! ¿Pero es posible que pueda finar, en el concepto totalmente absolutista de la muerte, un hombre de tan intensa labor cultural como don Fermín?. Su espíritu vivirá en su obra porque su obra fue forja poderosa y fecunda al servicio de todos, sostenida por voluntad ciclópea, que no conoció desmayos ni fatigas (..) La que no olvidará jamás su memoria es Asturias, a la que consagró todos sus amores y desvelos Por ella y para ella vivió. Nosotros le conocimos cuando más activa era su obra, cuando preparaba la memorable conmemoración del centenario de la Universidad, de la que fue su más fervoroso y apasionado hijo (..) Don Fermín Canella, animoso y jovial, decidor y optimista, infiltrando en los niños las virtudes cívicas de que era ejemplo, el hombre ante cuyo cadáver rendimos hoy profundamente conmovidos el homenaje de nuestra admiración y de nuestro cariño”.
En Región, en una crónica firmada por F. Aznar Navarro titulada ‘La novia de don Fermín’, el autor narraba una visita a Canella en su domicilio en la que lo primero que destaca es “hasta qué punto aquel hombre llegó a sentir amor por su tierra natal. Jamás conocí a un español que sintiera tan hondos entusiasmos por la tierra donde nació”. En un momento de la conversación, don Fermín “tendió la mirada más allá de los cristales de su balcón donde se alzaba, majestuosa la torre de la Catedral. Y con el índice de la mano señaló la torre diciendo: ¡Es mi novia!”. Navarro, ante esa afirmación, cuenta que sintió un escalofrío. “¡No tardará en enviudar”, siguió diciendo Canella. “Y unas lágrimas surcaron sus mejillas. Era el presentimiento de la muerte. Y lloraba pensando en el día, bien próximo por desgracia, en que sus ojos dejarían de ver la gallarda novia pétrea, que él constituyó en santuario de sus adoraciones. Se ha cumplido el presentimiento. La torre de la Catedral ha quedado viuda”.
El mismo diario, el 23 de marzo, titulaba: ‘Don Fermín, vive’:
“Ha volado un alma grande a las alturas. Dejó de latir un corazón tan grande como el alma que le animaba; ha muerto don Fermín Canella. Perdón. Escribí la frase sin fijarme; don Fermín Canella no ha muerto. Murió el sustrato orgánico y funcional. Se suspendieron para siempre, ¡para siempre!, las grandes funciones esenciales a la conservación de la vida; pero don Fermín Canella, el maestro, el hombre, toda generosidad y corazón, el gran enamorado de la tierra bendita, de su Asturias del alma, el ovetense por excelencia que llevaba en la médula esencias de su Oviedo, don Fermín, nuestro don Fermín, no ha muerto. Hoy más que nunca vive en los corazones de sus amigos. ¡Vivirá siempre! Si las campanas de todas las iglesias de Asturias tuviesen el aliento de la vitalidad, la iniciativa de sus movimientos, llorarían con sus sones funerales a don Fermín Canella, porque no hay un rincón en el solar asturiano donde, al conocerse su muerte, no se viva su recuerdo (..) En Oviedo, especialmente mientras la torre de la catedral, ¡su ‘Torre Enferma!’ señale las alturas con su esbelta aguja, se recordará a don Fermín. Dirá siempre a nuestras almas: ‘Arriba, arriba está: con mis ojos invisibles le veo todos los días, mirando desde las alturas a su Oviedo. Cuando subía la cuesta del cementerio, en el último recodo antes de perderme de vista, levantó la tapa de la ataúd y me dijo: ¡adiós mi torre enferma, hasta mañana, que todos los días te veré desde el más allá y te mandaré un beso de amor para el pueblo de mis amores: para Oviedo para, mi Oviedo del alma”.